sábado, 18 de abril de 2020

La cara más amarga de la muerte

20.043 personas han fallecido a causa de esta pandemia. Miles de familias afectadas y sumidas en la tristeza. Si al dolor humano por la pérdida de un ser querido añadimos la imposibilidad de despedirse de él, la muerte en la soledad de una cama de hospital, o unas exequias que hacen imposible el abrazo y el consuelo mutuo, el sufrimiento se multiplica exponencialmente. ¡Qué dureza! ¡Qué tristeza! ¡Cuánto dolor! 


La muerte se hace presente en nuestras vidas de una forma inhumana, indescriptible, inconsolable. Cuesta escribir una palabra de esperanza entre tanta tragedia ¡Qué difícil! Sólo queda transmitir nuestro cariño, hacernos presentes y acompañar; escuchar... Todo ello a la espera de ese ansiado abrazo. Un largo y cariñoso abrazo que ya anhelamos e intentamos dar en la mejor forma que encontramos. 

Para los que somos creyentes, nos unimos también con la oración. Rezar por los que han fallecido, por los enfermos, por las familias y sanitarios. Desde la intimidad de cada uno. Con absoluto respeto. Con misericordia. Y pedimos también un rayo de esperanza que nos ilumine y consuele. 

Finalmente una mención especial a los capellanes de hospitales y a muchos médicos, enfermeros y sanitarios, que con gran vocación están tomando la mano del enfermo en esos últimos instantes de vida. Una muestra más de amor que se abre paso entre el dolor. 

Siempre permanecerán en nuestro corazón. Nuestro abrazo, consuelo, y pesar. 


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